viernes, 18 de septiembre de 2009

MITO UITOTO DE LA GRAN SERPIENTE


El Padre Buineizeni (1) fue paralizado por el sol como castigo por haber creado el árbol morena (2). Cierta vez, su hermano, donde aquél vivía, trajo una raíz de yuca que su mujer pelaba. El enfermo preguntaba constantemente a su cuñada por el nombre de la raíz, razón por la cual la mujer lo regañó, haciéndole llorar. Entonces él le pidió a su hermano que lo llevara a un lugar solitario y allí permaneció en una choza que su hermano mismo le construyó.

Cuando el hermano quiso visitarlo de nuevo, la choza estaba vacía y nadie respondió a su llamado. Entretanto, Buineizeni, que se había embriagado con ambil (3), se sumergió en el agua y se transformó en una serpiente. De esta manera nadó hasta el bañadero de su hermano, donde las hijas de éste trataron de atrapar al lindo animal. Pero sólo lo atraparon después que su padre les tejió un cernidor de malla muy fina. Colocaron la serpiente en una olla pequeña. Rechazaba el casabe y la piña, pero, en cambio, tragaba almidón de yuca, alimento que había sido sugerido al padre mediante un sueño. Por ello, alcanzó primero el grosor de un hilo y luego el de la punta de un dedo, por lo que debió ser puesto en una olla más grande. Luego en otra olla aún más grande cuando su tamaño era igual al de un brazo. Después fue colocado en un lago pequeño, donde comía enormes cantidades de almidón de yuca.

El animal estaba tan hambriento que en su boca cabía primero la mano de la muchacha que le daba de comer, luego su brazo y después su hombro. En un lago profundo era tan grande como un muslo, luego como un pilón de coca y finalmente se asemejaba a un tronco flotando en el agua. Más tarde salía a la orilla y devoraba ciervos y otros animales de caza, pero regresaba a los llamados de las niñas para devorar su comida. Más tarde vivía en una cueva, bajo los pueblos de los hombres, y comenzaba a devorar a los primeros antepasados que llegaron a la tierra. Cuando se lo llamó una vez más, devoró todo el recipiente con la yuca y, además, a la muchacha que se lo ofrecía.

Su padre encontró en el sueño el medio para dar muerte a la serpiente. La llamó y saltó a su interior cuando ella abrió la boca para tragar la yuca. A partir de ese momento, todas las tribus que la serpiente devoraba, se descomponían a su lado. Pero él, en cambio, se conservaba gracias al ambil que consumía. Cortaba paulatinamente el vientre de la serpiente con una concha que había traído consigo. Pero sólo rajaba un poco, como se lo habían dicho sus espíritus protectores. Entretanto, la serpiente devoraba a los habitantes de tribus de todos los ríos, desde el Amazonas hasta el Putumayo. Eran devorados en forma tal que nadie se arriesgaba a salir más de las chozas. Todos sufrían la falta de alimento.

Mientras esto ocurría, los espíritus protectores le repetían al padre: "Deeijoma (4), éste aún no es tu bañadero. ¡Sé cuidadoso con el corte!". Pero cuando llegó a su casa, le ordenaron que cortara con fuerza. Abrió completamente el vientre, saltó hacia afuera por la abertura y saludó a sus hijas. Su cabeza estaba pelada, no tenía cabello. La serpiente se revolcaba en el suelo.

Mucho tiempo después, hizo que sus hijas le ataran hojas que le sirvieran de alas, y al moverlas se convirtió en águila. Se colocó un hacha de piedra a manera de pico y tiznó el interior de sus ojos. Ahora devoraba micos cuyas cabezas, destinadas a sus hijas, dejaba rodar desde el techo de la choza. Pero cuando les ofreció de comer cabezas humanas, ellas no las querían recibir, y al no traerles nada de comida, consumieron los huevos que el padre había puesto en el nido y en su lugar hicieron huevos de almidón de yuca. Por tal razón él quería devorar a sus hijas, pero ellas trancaron la puerta y pidieron auxilio a los demás habitantes del pueblo. Luego armaron una trampa en la que él cayó. Allí su otro Yo se transformó en gaviota.

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